La normatividad promulgada por el Ayuntamiento de Barcelona para disminuir el ruido visual en la ciudad, exigía que, en adelante todos los letreros de farmacias se limitaran al hueco arquitectónico del edificio, sólo sobresaldría la cruz iluminada que avisara la existencia de la misma a lo lejos de la calle. En este proyecto, los propietarios aprovecharon el trabajo necesario de la fachada y rehabilitaron el interior, aprovechando para hacer del pavimento de la farmacia una rampa continua que salvara el desnivel desde la calle y ayudara a tener una compra más amigable para los clientes de tercera edad que principalmente eran los más frecuentes.
